Maria Elena Cuomo nació en Sicilia a principios de los años 50 como Lena Cavallaro. Sus antepasados venían de Europa del Este. Su bisabuela, Amalia Kohn, dio a luz al abuelo de Lena, Mauritz Rosenfeld en Budapest, Hungría, en 1899.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Mauritz Rosenfeld fue arrestado por el ejército de las SS e internado en un campo de trabajo antes de ser deportado a Auschwitz donde falleció. Su hija, Maria Rosenfeld, entonces adolescente, escapó al mismo destino saltando en un tren que la llevó hasta Milán.

Una vez en Italia, Maria conoció a un apuesto piloto siciliano, Francesco Cavallaro, teniente en el Ejército del Aire italiano. Se enamoraron pero tuvieron que mantener su relación en secreto debido a los orígenes judíos de Maria. Poco después se casaron, también en secreto, y fundaron una familia, formada por un hijo y cuatro hijas.

Lena es la hija mayor. Crece en Sicilia donde su padre, Francesco, emprende tras la guerra una carrera en la Aeronáutica Militar ascendiendo hasta el grado de General. A finales de los años 50, la familia Cavallaro sigue al jefe de familia y se expatría a África mientras Europa queda atrás, curando sus heridas. Lena y su familia llevan entonces una vida exótica, una infancia llena de experiencias y descubrimientos en un mundo de usos y costumbres tan extraños como fascinantes. La experiencia de sus padres que sufrieron la guerra de frente y su deseo de reconstruir su vida dentro del nuevo orden mundial de pos-guerra, van a determinar el carácter de la joven emprendedora Lena en su búsqueda de conocimiento.

Cuando su padre fue enviado a Kinshasa, Zaire, se decidió que Lena regresara a Europa, Italia, donde integra el internado del convento español de Las Madres Escolapias con el fin de terminar sus estudios.

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Al encontrarse sola en Roma a la edad de 17 años, Lena toma dos decisiones: la de cambiar su nombre por Elena, dotado de más glamour, haciendo referencia a la heroína de la Guerra de Troya y la de concentrarse en acabar sus estudios. Su experiencia internacional le abre las puertas de la prestigiosa universidad La Sapienza de Roma, donde obtiene un Doctorado en Letras Modernas con el máximo de votos y donde recibe de manos del Excmo. Professor Ettore Paratore la mejor distinción por su tesis en Literatura Latina sobre el historiador romano Velleius Paterculus.

Armada con su licenciatura y un buen nivel de inglés y francés además de su italiano natal, Elena accedió rápidamente al competitivo entorno de las Finanzas internacionales.

A mediados de la década de los 90, después de haber ascendido en el escalafón del mundo de la Banca y la Bolsa, es nombrada Vice Directora del Banco Privado más importante en Italia, la Banca Nazionale dell’Agricoltura en Roma, donde evoluciona rápidamente hacia el puesto de Responsable de relaciones públicas y marketing de grandes fortunas en el seno de la sucursal de Nueva York.

Durante este período en el ámbito de las finanzas conoce a Alfredo, un hombre italiano brillante, aventurero, curioso y amante del arte. Él había estudiado en los Estados Unidos gracias a la célebre beca Fullbright y se había dado a conocer tras una carrera fulgurante en la industria del cine italiano.

El conocer a Alfredo significó el encuentro de dos almas gemelas cuyo punto en común era la pasión por los viajes y el deseo de explorar otras civilizaciones.

Juntos recorrieron el mundo. Las obras fotográficas que publicaron relatan sus viajes a través de las civilizaciones, especialmente en Asia. Y fue en el transcurso de uno de esos viajes por la India cuando la idea de crear una Fundación humanitaria vio la luz. De un simple gesto de solidaridad nació la Fundación Cuomo.

El fallecimiento inesperado y prematuro de Alfredo Cuomo en 2009 deja a Elena devastada, pero aún así consciente de su promesa de conservar viva la Fundación. Se trata de una misión difícil, incluso agotadora par ella sola. Pero saldrá victoriosa.

El espíritu de Alfredo y la energía desbordante de Elena unida con su entusiasmo, su pasión y su implicación permitieron a la Fundación el llegar a ser lo que es hoy.  

Bajo su presidencia se han desarrollado numerosos proyectos en colaboración con la Chaine de l’Espoir, La Croix Rouge de Mónaco, Casa do Menor, l’Associazione Culturale Fryderyk Chopin, la Fondation Prince Albert II, la Académie de Danse Princesse Grace, el Gobierno de Senegal, el Ayuntamiento de Mónaco etc.

En mérito de su presencia y su compromiso en el ámbito monegasco, el Principado de Mónaco le concedió en noviembre de 2012 el prestigioso galardón de la Orden de Saint Charles. Su Alteza Serenísima el Príncipe Albert II le entregó la insignia de Caballero en dicha ocasión.

A través del interés que Maria Elena Cavallaro Cuomo muestra respecto al impacto de las acciones respaldadas por la Fundación, se modifica la identidad de la organización. Y es así como se hace evolucionar su papel, que en un principio se resumía a un mero patrocinador, hacia un socio involucrado en los proyectos.

Junto a su equipo se esfuerza día tras día en dar un sentido real a la frase que representa a la Fundación, el Arte de la Educación consiste en Educar el Corazón. Quizás resulte una tarea inalcanzable, una utopía, pero lo más importante no es el llegar a la cima, sino el esforzarse en el camino.

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